La era de la fragmentación

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Tema secular: La era de la fragmentación
En nuestras Perspectivas Seculares de 2024, tituladas “Ventaja para el Yield”, argumentamos que los bancos centrales habían logrado controlar la inflación y que no tardarían en empezar a bajar sus tipos de interés. Afirmamos que los riesgos estaban pasando del crecimiento y la inflación a las elevadas valoraciones que presentaban los activos de riesgo. Advertimos que la deuda de EE. UU. seguía una trayectoria insostenible. Destacamos que el shock inflacionario posterior a la pandemia y el brusco ciclo de subidas de tipos provocaron un aumento generalizado de los rendimientos de los bonos, desde los mínimos históricos de la década de 2010 hasta niveles que respaldaban unas sólidas perspectivas plurianuales para la renta fija mundial.
A riesgo de quedarnos cortos, en estos últimos 12 meses han pasado muchas cosas:
- Trump 2.0: Una agenda sin precedentes para reorientar las políticas fiscales, regulatorias, de inmigración, de seguridad nacional y comerciales de EE. UU.
- Los bancos centrales de mercados desarrollados han empezado a bajar tipos, pero los temas del aterrizaje suave de la economía mundial, la excepcionalidad de EE. UU. y la desinflación se están viendo cuestionados por las crecientes tensiones comerciales.
- En Alemania, las elecciones generales han provocado un giro de 180º en la política fiscal y de defensa.
En resumen, el orden mundial tradicional, en el que la economía dictaba las políticas, se ha invertido. Ahora es la política la que marca el ritmo de la economía, sobre todo en EE. UU., y condiciona cada vez más las respuestas de otros países.
Es probable que la fragmentación de las alianzas comerciales y de seguridad se convierta en un factor independiente de ganadores y perdedores, ciclos económicos y volatilidad del mercado. Además, las industrias favorecidas por las políticas nacionales dependen ahora de los cambios de gobierno y las prioridades regionales, como refleja la renovada apuesta de EE. UU. por los combustibles fósiles y el motor de combustión y el nuevo énfasis europeo en defensa.
Entre los ponentes invitados al Foro Secular de este año están Robert Lighthizer, ex representante de Comercio de EE. UU. durante el primer mandato de Trump; Roberto Campos Neto, expresidente del Banco Central de Brasil, y Daron Acemoglu, profesor de Economía en el MIT y premio Nobel (puede consultar la lista completa de ponentes invitados y miembros del Consejo Asesor Mundial aquí).
Sortear las guerras comerciales y el futuro del dólar estadounidense
Aunque la batalla legal sobre los aranceles estadounidenses podría acabar suavizando la guerra comercial, creemos que las tensiones comerciales persistirán. La incertidumbre sobre el desenlace de la política comercial y las alianzas mundiales en materia de seguridad ha elevado los riesgos bajistas para el crecimiento mundial.
En ausencia de represalias sostenidas contra EE. UU., la guerra comercial reduce en gran medida la demanda de exportaciones para gran parte del mundo, con el consiguiente impacto desinflacionario. La redistribución del superávit comercial de China entre el resto del mundo supone una clara fuente de riesgo desinflacionario. Por el contrario, los riesgos inflacionarios han aumentado en EE. UU., al menos a corto plazo, al igual que la probabilidad de divergencias entre la política monetaria estadounidense y las de otros países.
Pese a la depreciación que ha sufrido recientemente, vemos casi imposible que el dólar estadounidense pierda su estatus de moneda de reserva mundial dominante en nuestro horizonte secular, en parte por la falta de alternativas realistas en los mercados de divisas, de deuda en moneda extranjera y de préstamos bancarios. El Tesoro de EE. UU. sigue afirmando que quiere un dólar fuerte y el gobierno estadounidense parece haber abandonado la idea de un “acuerdo de Mar-a-Lago” orientado a debilitar el dólar.
Pero el dólar puede experimentar mercados bajistas, tanto a corto como a largo plazo, como demuestran los ciclos históricos plurianuales de la divisa yanqui. Los cambios en las prioridades políticas y de seguridad podrían alterar la demanda mundial de activos estadounidenses frente a los de otros países, sobre todo si los inversores extranjeros revalúan su tolerancia a exponerse al dólar sin cobertura.
Prevemos que el dólar seguirá perdiendo cuota de mercado en los pagos transfronterizos a medida que los acuerdos monetarios regionales (como la plataforma de pagos “M-bridge” desarrollada por China) ganen amplitud y profundidad en un mundo más fragmentado. Además, aunque marginales, los cambios en las asignaciones de las carteras globales, con el objetivo de potenciar la diversificación de los activos de riesgo, también podrían contribuir a este gradual abandono del dólar estadounidense.
La amenaza de la deuda
Aunque roza máximos históricos, la deuda sigue siendo sostenible en la mayoría de los países desarrollados. Entre las excepciones notables se encuentran Japón, EE. UU. y Francia, donde la deuda sigue una trayectoria insostenible a largo plazo, incluso más que el año pasado (ver gráfico 1). Es probable que los déficits se mantengan por encima de los niveles previos a la pandemia, en parte debido al aumento del coste de los intereses.
Sin embargo, estos problemas no parecen agudos, sino crónicos. No anticipamos una crisis fiscal repentina sino, más bien, repetidos episodios de volatilidad, como los que vivió el mercado estadounidense en 2023 y 2025 y, de forma más acusada, el mercado británico en 2022. En nuestro escenario principal, los bonos del Tesoro de EE. UU. siguen siendo el proverbial tuerto que reina en el mundo de los ciegos en los próximos cinco años, respaldados por el estatus de moneda de reserva del dólar.
La política fiscal de EE. UU., Alemania y otras economías avanzadas podría ser menos restrictiva de lo que pronosticamos hace un año. Es probable que el nuevo paquete fiscal de Trump amplíe los déficits y la deuda de EE. UU. más de lo que se preveía. Sin embargo, el espacio fiscal sigue siendo limitado en general, lo que restringe el margen de maniobra para responder a futuras recesiones. Eso sí, los bancos centrales tienen mucho más margen para recortar tipos que en la década previa a la pandemia.
Aunque los aranceles aumenten a corto plazo, confiamos en que la inflación regresará al nivel objetivo de la Fed en nuestro horizonte secular. Anticipamos que la Fed recortará los tipos hasta situarlos en un nivel neutral (en torno al 3%) y que los bajará mucho más en caso de recesión, hasta cero si es necesario.
La probabilidad histórica de que EE. UU. caiga en recesión durante cualquier periodo de cinco años es de aproximadamente dos tercios, pero, dado el contexto actual, esta probabilidad parece más alta en los próximos cinco años.
Cambian las perspectivas económicas y de inflación mundiales
Fuera de EE. UU., las principales economías desarrolladas se enfrentan a claros desafíos en términos de crecimiento, mientras que los países de mercados emergentes se ven respaldados por una gestión prudente de la deuda, pero también influidos por los cambios que experimentan el comercio mundial y las políticas de los mercados desarrollados.
Europa
El crecimiento de la eurozona podría desacelerarse, de alrededor del 1% antes de la pandemia a cerca del 0,5% en los próximos cinco años, lastrado por una demografía más débil y el menor crecimiento de la productividad. La región se ha quedado rezagada en la carrera tecnológica mundial, se enfrenta a una dura competencia por parte de China y lucha contra el alto coste de la energía en un entorno comercial menos favorable. Aunque la decisión de Alemania de aumentar su gasto en defensa e infraestructuras es significativa, es poco probable que otros países la repliquen.
Tampoco es previsible que la inflación regrese al 1% en el que se instaló antes de la pandemia, debido a la desglobalización y al repunte de las expectativas de inflación, aunque sí es probable que se sitúe por debajo del objetivo del 2% fijado por el Banco Central Europeo. Los tipos de interés de equilibrio probablemente se mantendrán bajos y por debajo del nivel nominal actual de alrededor del 2%.
China
La economía china avanza por una senda de menor crecimiento marcada por el aumento de la deuda y el empeoramiento de la demografía. Los viejos motores del crecimiento –el sector inmobiliario y el gasto en infraestructuras– están dando paso a políticas orientadas a estimular el consumo, la manufactura y la tecnología, lo que responde a una decisión deliberada para rotar del crecimiento basado en deuda hacia el crecimiento sostenible impulsado por la innovación.
Sin embargo, las presiones deflacionarias y las limitaciones estructurales sugieren que el crecimiento seguirá una trayectoria más lenta. Aunque China sigue siendo un centro manufacturero mundial, las tensiones comerciales y geopolíticas generan dudas sobre el papel de las exportaciones como un motor de crecimiento fiable.
Mercados emergentes
La cuestión de si los nuevos riesgos que emanan de EE. UU. se traducirán automáticamente en primas de riesgo más altas para el resto del mundo pone de manifiesto lo estrecho que puede ser el vínculo histórico entre los tipos de interés oficiales de los mercados desarrollados y los costes de endeudamiento de los mercados emergentes. Pese a los claros riesgos, resulta reconfortante que muchas economías emergentes hayan mantenido niveles de deuda manejables, lo que las sitúa en buena posición para afrontar los posibles vientos en contra.
El auge de las monedas digitales –incluidos los emisores de criptomonedas estables (stablecoins) que mantienen carteras cada vez más grandes de treasuries estadounidenses– subraya la rapidez con la que pueden evolucionar los flujos de capital. A medida que este ecosistema vaya madurando, podría reconfigurar los flujos de capital y la gestión de divisas en los mercados emergentes.
Potenciales factores de disrupción
Estamos atentos a posibles factores de disrupción que, pese a ser poco probables, en nuestra opinión, podrían alterar drásticamente el escenario principal que planteamos en nuestras perspectivas seculares. Destacamos:
- Disrupción acelerada relacionada con la IA. Los avances relacionados con la adopción de la inteligencia artificial podrían manifestarse antes de lo esperado y acelerar el crecimiento del PIB y la productividad. Nuestro escenario principal sigue siendo que el impacto de los grandes modelos de lenguaje (LLM) y la IA será más gradual.
- Pérdida de credibilidad de la Fed, derivada de un fallo del Tribunal Supremo o de un presidente que no esté dispuesto a mantener la estabilidad de precios. Aunque poco probable, sería grave y probablemente provocaría un fuerte aumento de las expectativas de inflación y los rendimientos de los bonos, una brusca depreciación del dólar y ventas generalizadas entre los activos de riesgo.
- Excepcionalidad de EE. UU. 2.0. La narrativa sobre el mejor comportamiento económico y financiero de EE. UU. frente al resto del mundo ha perdido fuelle este año. Sin embargo, el país empezó 2025 con sólidos datos de productividad, liderazgo tecnológico y unos profundos mercados de capitales que apoyan un crecimiento constante de los beneficios. Teniendo en cuenta que el crecimiento del PIB supera al de sus pares en al menos un punto porcentual, estas ventajas podrían perdurar. Si la incertidumbre comercial y fiscal disminuye, EE. UU. podría recuperar su excepcionalidad.
Implicaciones para la inversión: Renta fija para una era fragmentada
En renta fija, los inversores se ven recompensados por construir carteras resistentes. Seguimos abogando por aprovechar los rendimientos que ofrece la renta fija de alta calidad en vez de jugársela en renta variable, que presenta unas valoraciones muy altas.
La prima de riesgo de la renta variable –la diferencia entre lo que rinden las acciones y los bonos– es, probablemente, el ingrediente principal de la asignación de activos, ya que mide el valor relativo entre la renta fija y la renta variable. La forma más sencilla de calcular esta prima es restarle el rendimiento real de los bonos (ajustado por la inflación) a la rentabilidad de los beneficios ajustados por el ciclo. Como puede verse en el gráfico 2, la prima de riesgo de la renta variable estadounidense ha caído hasta cero y es excepcionalmente baja en términos históricos.
Una reversión a la media –un aumento de la prima de riesgo de la renta variable– suele implicar un rally en renta fija, una corrección en renta variable o ambas. El mismo gráfico muestra dos momentos históricos anteriores en los que esta prima fue cero o negativa: en 1987 y entre 1996 y 2001. Después de que la prima de riesgo de la renta variable llegase a cero en septiembre de 1987, el mercado bursátil perdió casi un 25%, mientras que los rendimientos de los bonos reales a 30 años cayeron 80 puntos básicos (p. b.). La prima de riesgo de la renta variable alcanzó su nivel más bajo del periodo que abarca el gráfico en diciembre de 1999, antes de que la renta variable sufriese una corrección de casi el 40% que finalizó en febrero de 2003. En ese tiempo, los rendimientos de los bonos reales a 30 años se dejaron unos 200 p. b.
Además, el peso de los beneficios empresariales sobre el PIB roza máximos históricos. El aumento de los aranceles y las tensiones geopolíticas podrían lastrar los beneficios futuros.
La renta fija mantiene su ventaja en términos de yield
Las valoraciones sugieren que la renta variable tiene una menor probabilidad de superar a la renta fija, en parte porque las perspectivas para la renta fija de alta calidad son mejores de lo que lo han sido en mucho tiempo. Tras las intensas subidas de tipos posteriores a la pandemia, los mercados de renta fija se encuentran en mejor situación: ahora, los inversores pueden beneficiarse de unos rendimientos más altos y de la posible apreciación de los bonos, ya que los bancos centrales disponen de un amplio margen para bajar los tipos.
Predecir las rentabilidades de la renta fija es relativamente sencillo: en un horizonte secular (5 años), los rendimientos iniciales de una cartera de bonos pueden ayudar a predecir las rentabilidades esperadas (ver gráfico 3). A 5 de junio de 2025, los rendimientos de los índices Bloomberg U.S. Aggregate y Global Aggregate (cubierto a USD), dos índices de referencia comunes para la renta fija de alta calidad, se sitúan en torno al 4,74% y el 4,94%, respectivamente.
A partir de ahí, los gestores activos pueden intentar construir carteras que rindan entre un 5% y un 7%, aprovechando los atractivos rendimientos que ofrecen las inversiones de alta calidad. Prevemos mantener nuestro sesgo hacia la alta calidad.
Aprovechar las oportunidades globales con estrategias activas
Poderosas fuerzas estructurales –la adopción en moneda local, la disciplina fiscal y la financiación diversificada– están convergiendo para crear oportunidades duraderas. Dotada de la agilidad necesaria para explotar los matices específicos de cada país y las diferencias de valor relativo, la gestión activa resulta crucial para sortear la inevitable volatilidad.
Los mercados mundiales ofrecen más oportunidades que nunca para generar alfa –rentabilidades superiores a las de los índices de referencia del mercado– (ver gráfico 4).
Muchas economías de mercados desarrollados ofrecen bonos con rendimientos atractivos y unas perspectivas económicas complejas, lo que puede beneficiar a los inversores en renta fija. Además, los países de mercados emergentes se están viendo impulsados por la capacidad de resistencia que han demostrado. Históricamente, la diversificación global ha generado rentabilidades ajustadas por la volatilidad superiores a las de las carteras que invierten en un solo país. Creemos que la diversificación es la única “comida gratis” de la que disponen los gestores de activos.
La importancia de la duración y el posicionamiento en la curva
Teniendo en cuenta las atractivas valoraciones de las que parte la renta fija, junto con unas expectativas de crecimiento más débiles y la estabilización de la inflación, podemos anticipar un sesgo hacia mantener más posiciones sobreponderadas en duración de lo que ha sido habitual en los últimos años.
Los bonos del Tesoro estadounidense han aportado cobertura a las carteras en todas las recesiones vividas desde la Segunda Guerra Mundial, gracias a la histórica correlación inversa entre bonos y acciones. Los mercados mundiales de renta fija de alta calidad ofrecen características similares.
Una de nuestras tesis centrales sigue siendo que las curvas de tipos volverán a ganar inclinación en nuestro horizonte secular, ya que los inversores continúan exigiendo una mayor compensación por mantener bonos a más largo plazo frente a efectivo y letras a corto plazo. Las estimaciones de la prima a plazo del Tesoro son positivas y han aumentado sustancialmente desde la década anterior a la pandemia. Existe la posibilidad de que aumente aún más, dado el debate presupuestario que se libra en EE. UU.
La gestión activa puede potenciar el papel de los bonos como cobertura mediante el posicionamiento en la curva de tipos. Es previsible que nos decantemos por estar sobreponderados en el tramo a 5-10 años de las curvas de tipos mundiales e infraponderados en el tramo largo. No obstante, ante el aumento de los rendimientos reales a largo plazo, también vemos un límite en cuanto al recorrido alcista de la prima a plazo.
De hecho, si los rendimientos a más largo plazo repuntasen con fuerza, anticipamos daños importantes para los mercados de renta variable y crédito y, a su vez, la base para una corrección a la baja de los rendimientos reales. También prevemos que los bancos centrales intervendrán y recurrirán a sus balances si algún movimiento del mercado amenaza con provocar una disrupción generalizada de los mercados financieros.
Oportunidades resilientes más allá del crédito corporativo
Los mercados de crédito ofrecen numerosas oportunidades, pero también riesgos específicos, lo que exige una cuidadosa selección de sectores y activos y un enfoque de inversión basado en el valor.
El periodo transcurrido desde la crisis financiera mundial ha sido excepcional: una larga expansión, impulsada por los masivos estímulos gubernamentales que siguieron a la crisis financiera mundial y la pandemia, que recompensó los préstamos agresivos. Esta situación contrasta notablemente con las décadas anteriores a la crisis financiera mundial, caracterizadas por menos estímulos, más volatilidad y rentabilidades desiguales en las áreas del crédito más sensibles a la economía.
A pesar del elevado potencial de recesión secular, los diferenciales de crédito siguen estrechos con respecto a las medias históricas, lo que revela áreas de autocomplacencia en los mercados de crédito corporativo, tanto públicos como privados. Los avances en el ámbito de la IA podrían intensificar la volatilidad, ya que los mercados de préstamos apalancados y préstamos directos privados mantienen grandes asignaciones a tecnología y otras industrias que podrían verse afectadas por la disrupción de la IA. Una corrección de las infladas valoraciones que presenta la renta variable estadounidense también podría provocar una devaluación generalizada de los activos de riesgo. En un entorno en el que el espacio fiscal es limitado, podríamos ver un auténtico ciclo de impagos en crédito –diferente de los recientes episodios bajistas en los que los inversores aprovecharon para “comprar la caída”– por primera vez en años, que podría pillar desprevenidos a muchos inversores.
En un entorno de menor crecimiento, las empresas de menor calidad y más sensibles a la situación económica se exponen a riesgos. Los altos tipos de interés a corto plazo podrían poner contra las cuerdas a las empresas medianas que se endeudan a tipo variable. Mantenemos la prudencia en las áreas de crédito privado corporativo en las que la formación de capital ha superado las oportunidades de inversión, lo que podría generar decepciones. Las tensiones que empiezan a hacerse evidentes en el capital privado y el crédito privado podrían empeorar drásticamente en caso de recesión.
Parece probable que se dé una mayor convergencia entre los mercados públicos y privados a lo largo de nuestro horizonte secular. Sin embargo, esta mayor convergencia se enfrenta a importantes barreras ligadas a la liquidez, la transparencia, la calidad crediticia y las consideraciones de naturaleza estructural. Los gestores activos con amplias capacidades globales que abarcan los mercados públicos y privados pueden reaccionar ante las distorsiones de valor que se producen en diferentes segmentos de los mercados de crédito públicos y privados, al tiempo que ofrecen soluciones imparciales que tienen en cuenta la liquidez, la verdadera calidad de crédito y las valoraciones relativas, para prestar un mejor servicio a los inversores.
Es previsible que el endurecimiento de los requisitos de capital y liquidez bancarios en EE. UU. continúe empujando muchas actividades de préstamo hacia el mercado de crédito privado y, sobre todo, la financiación garantizada por activos. Esto crea oportunidades para que los inversores actúen como prestamistas sénior en áreas que antes dominaban los bancos regionales. Seguimos viendo oportunidades atractivas en áreas de alta calidad, como el consumo, las hipotecas residenciales, el sector inmobiliario y los activos reales, donde las condiciones de partida y las valoraciones nos parecen favorables en comparación con el crédito corporativo.
Ponentes invitados al Foro Secular de 2025
Daron Acemoglu Premio Nobel de Economía; profesor de Economía en el Massachusetts Institute of Technology |
Laurence Boone Ex secretaria de Estado para Asuntos Europeos de Francia
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Roberto Campos Neto Expresidente del Banco Central de Brasil (2019–2024) |
Seth Carpenter Economista jefe global de Morgan Stanley; ex subsecretario adjunto del Tesoro de EE. UU. |
David Crane Ex subsecretario de Energía para Infraestructura, Departamento de Energía de EE. UU. |
Bill Demchak Director ejecutivo de PNC |
Robert Lighthizer Ex representante de Comercio de EE. UU. (2017–2021); ex representante adjunto de Comercio (1983–1985) |
Adam Posen Presidente del Peterson Institute; exmiembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra |
Zoltan Pozsar Fundador de Ex Uno Plures; ex estratega de tipos de interés de Credit Suisse; exjefe del grupo de titulizaciones de la mesa de mercados del Banco de la Reserva de Nueva York |
Kevin Rudd Embajador de Australia en EE. UU.; ex primer ministro de Australia |
Expertos de renombre internacional en temas económicos y políticos |
Sobre Nuestros Foros
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Autores
Avisos Legales
La rentabilidad pasada no es garantía ni indicador fiable de resultados futuros.
Todas las inversiones conllevan un riesgo y pueden perder valor. La inversión en los mercados de renta fija conlleva riesgos, entre los que se incluyen los riesgos de mercado, de tipos de interés, de emisor, de crédito, de inflación y de liquidez. El valor de la mayoría de los instrumentos y las estrategias de renta fija se ve afectado por las variaciones de los tipos de interés. Los bonos y las estrategias de renta fija de duración más elevada tienden a ser más sensibles y volátiles que los valores con duraciones más cortas; el precio de los bonos baja, por lo general, cuando los tipos de interés suben, y los entornos de tipos de interés bajos incrementan este riesgo. La menor capacidad de las contrapartes de los bonos para satisfacer sus compromisos podría contribuir a reducir la liquidez del mercado e incrementar la volatilidad de los precios. En el momento del reembolso, las inversiones en renta fija pueden tener un valor superior o inferior a su coste inicial. Los bonos ligados a la inflación (ILB) emitidos por un gobierno son títulos de renta fija cuyo principal se reajusta de forma periódica en función de la tasa de inflación; los ILB pierden valor cuando los tipos de interés reales aumentan. Los bonos de titulización hipotecaria y los bonos de titulización de activos pueden ser sensibles a las variaciones de los tipos de interés y estar sujetos al riesgo de reembolso anticipado. Aunque en su mayoría están respaldados por algún tipo de aval público (gobiernos u organismos gubernamentales) o privado, no existe garantía de que los avalistas cumplan sus obligaciones. Las referencias a los bonos de titulización hipotecaria, tanto emitidos como no emitidos por agencias, se refieren a las hipotecas emitidas en Estados Unidos. Los productos estructurados, como las obligaciones garantizadas por deuda (CDO), el seguro de cartera de proporción constante (CPPI) y las obligaciones de deuda de proporción constante (CPDO) son instrumentos complejos que suelen conllevar un alto grado de riesgo y que se dirigen únicamente a inversores cualificados. El uso de estos instrumentos puede implicar la inversión en derivados, que podrían generar pérdidas superiores al importe invertido. El valor de mercado también puede verse afectado por cambios en el entorno económico, financiero y político (incluidos, entre otros, los tipos de interés y de cambio al contado y a plazo), el vencimiento, el mercado y la calidad crediticia de los emisores. El crédito privado implica una inversión en títulos no cotizados en bolsa que están sujetos al riesgo de iliquidez. Las carteras que invierten en crédito privado pueden estar apalancadas y adoptar prácticas de inversión especulativas que aumentan el riesgo de pérdida de inversión. La inversión en valores denominados en moneda extranjera y/o domiciliados en el extranjero puede comportar un mayor riesgo debido a las fluctuaciones cambiarias, así como a los riesgos económicos y políticos, que podrían acentuarse en los mercados emergentes. Los tipos de cambio pueden fluctuar significativamente durante periodos breves de tiempo, lo que puede reducir la rentabilidad de una cartera. Las materias primas conllevan mayores riesgos de mercado, políticos, regulatorios y vinculados a condiciones naturales, por lo que podrían no ser apropiadas para todo tipo de inversores. El riesgo de gestión es el riesgo de que las técnicas de inversión y los análisis de riesgo aplicados por el gestor de inversiones no produzcan los resultados deseados y que determinadas políticas o eventos puedan afectar las técnicas de inversión disponibles para el gestor en relación con la gestión de la estrategia. La calidad crediticia de un título concreto o de un conjunto de títulos no garantiza la estabilidad ni la protección de la cartera en su conjunto. La diversificación no garantiza la protección frente a una posible pérdida.
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